El proyecto Ventidue nació hace tres años en una charla de café en San Isidro, Buenos Aires y aún hoy sus gestores miran con asombro la primera embarcación que fue el resultado de una iniciativa que surgió de un grupo de amigos con una pasión común: la náutica.
El proyecto Ventidue nació hace tres años en una charla de café en San Isidro, Buenos Aires y aún hoy sus gestores miran con asombro la primera embarcación que fue el resultado de una iniciativa que surgió de un grupo de amigos con una pasión común: la náutica. Los protagonistas destacan con orgullo que la idea de construir un velero propio es netamente rosarina y el resultado fue una embarcación desarrollada con notables particularidades ya que puede usarse tanto para navegación de recreación como en regatas.
La propuesta surgió a partir de la percepción de un grupo de fanáticos del río quienes observaron que no había barcos nuevos en Rosario sino sólo adaptaciones en el parque náútico de la ciudad, que concentra unas 1.500 embarcaciones.
Ventidue nació de la mano del comerciante Guillermo “Billy” Giersch y Sebastián Carlini, arquitecto naval que realizó el diseño. La construcción estuvo a cargo de Nicolás Cuerdo, entre otros.
Financiamiento. La idea de diseñar y construir un barco propio entre amigos rápidamente se disipó, razón por la cual se armó un fideicomiso que permitió tener las primeras 16 unidades vendidas de antemano. La primera está a prueba bautizada como Mandy y la segunda en etapa avanzada. Frente a esto, los empresarios estiman que si logran colocar una embarcación por mes a fin de 2012 podrán terminar con las primera etapa del proyecto y ponerse a pensar en otro fideicomiso.
A priori ya comercializaron un velero a Estados Unidos, concretamente al reconocido timonel Jim Kilroy, destacado en las regatas de máximo nivel mundial entre las décadas de los 70-90 y aseguraron que están teniendo contactos en distintas partes del mundo. Entre los antecedentes rosarinos de emprendimientos similares figuran la construcción de una embarcación llamada “Track” realizada en la década del 80 y otro llamado “R 630”.
Para arrancar con Ventidue se alquiló un galpón que se convirtió en astillero, donde está la matriz, que fue lo más difícil de lograr. Se emplearon cuatro personas.
El proyecto. El velero de Ventidue es una embarcación de 22 pies de eslora (se la considera de pequeño porte) y según relatan sus artífices, tiene numerosas innovaciones desde el punto de vista del diseño, inclusive para su puesta a punto tuvieron asesoramiento internacional. Aún cuando los datos son para expertos, Geirsch relató que como particularidad tiene “un casco que se inicia en una roda invertida que da comienzo a un bisel variable”, entre otras cuestiones. Los detalles fueron pensados especialmente para el confort y la seguridad.
“El Ventidue podría ubicarse en un concepto de velero familiar rápido, tanto el casco como su cabina presentan importantes volúmenes que son muy bien aprovechados en la distribución interior, mostrando un arreglo de cuatro cuchetas, mesa fija plegable, cocina con horno y baño compartimentado, logra complacer los requerimientos del crucerista, que son muy difíciles de encontrar en barcos de estos tamaños sin pagar un importante precio estético a cambio de comodidad y altura interior”, sintetizó Giersch.
Para el coordinador del proyecto, la expectativa inicial de el Ventidue fue “superada ampliamente” y destacó que lo más importante fue la pasión con la que se hizo, y que él mismo transmite cuando relata la iniciativa. “Se trata de un 99 por ciento de transpiración, 1 por ciento de inspiración”, concluyó.
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